En la arribada, al divisar la orilla del puerto de acogida y acabar la derrota, antes de tirar los cabos al aire y encapillarlos en los norayes de tierra firme, quiero cerrar la última singladura en el Cuaderno de Bitácora con todo mi afecto personal a mis dos grandes amigos y colaboradores de ediciones pretéritas, Francisco Manrique Sánchez y Jesús Antonio Pérez Gutiérrez y, embarcados en esta aventura por aquellos procelosos mares del pasado, a los cuatro dibujantes de a bordo. Algunos de ellos ya navegaron en mareas precedentes y, ahora, de nuevo enrolados en esta costera, nos dejan estibadas y varadas sus obras en el manifiesto inmortalizando su talento al dar luz, color y silueta al relato expirado, reflejo de aquella remota e impensable época, por donde los testigos y protagonistas se desenvuelven en la crónica del misterioso ayer, casi olvidado. En los trazos, como los rayados en las rocas cavernícolas reflejados al zarpar en los capítulos iniciales, dejan repartida por todo el manifiesto la evidencia de sus huellas garantizando, durante toda esta travesía, supervivencias emblemáticas de los parajes y algunas de las más longevas heráldicas suspendidas en las fachadas de centenarias casas solariegas, tan nostálgicas de un esplendoroso pasado y, con el calendario de sus cimientos agotado y bajo la amenaza de la sombra de la ruina planeando por encima de sus tejados derruidos, en peligro de extinciónD. Pedro Gómez Rodríguez. El Cura de Cudón. D. Javier Liceaga Llano. Crónica del Norte Cántabro. D. José Ramón Lengomín González. San Vicente de la Barquera en Llamas. Dña. Paula Del Campo Villarrubia. Crónica del Norte Cántabro. D. Javier Liceaga Llano. Crónica del Norte Cántabro. 11 de Julio de 2.022 |