Va ser un honor, para mí, desde el mismo momento que se empiezan a leer estas primeras páginas, dar la bienvenida al amable lector que se digna abrir la ventana de este proyecto literario que habla de una época y unos lugares del norte de España en el que, conjugando la ficción inferida con la realidad documentada, recorre un largo camino arrancando desde una cueva de gran valor prehistórico que descubrió Nicanor José Balbontín Balbás de la Mora, el hermano de mí tatarabuelo, hace, dentro de seis, 100 años.

Se empiezan a escarbar y desenterrar los primeros vestigios humanos cavernícolas de aquel ayer tan alejado y, hasta siglos muy recientes, poblado de misterios sin resolver en la oscuridad subterránea cuando, después de una eternidad, salen a la luz las huellas legadas, configurando y descubriendo todo un largo camino poblado de semejante e incomparable patrimonio cultural viendo surgir, desparramados por todos estos pueblos costeros anclados en la falda de las montañas junto a los arenales y al borde del mar entre las desembocaduras de largos y caudalosos ríos, las incipientes hidalguías y los primeros ensayos de convivencia social, niveladora durante todo ese largo proceso de las diferencias pretéritas y, queramos o no, en gran medida el origen, soporte y plataforma del actual vivir.

El mensaje escrito, con vocación de cercanía y tratando de acortar distancia con el anónimo leedor, tiene intención de hacerse más visual y, para llevar a cabo tan ambicioso fin, además de tomarse licencia lingüística escribiendo en mayúscula palabras que no les corresponde, cuenta para la tarea con la estimada y valorada colaboración de cuatro dibujantes que, a todo lo largo y ancho de las páginas, pergeñan la creación gráfica de acompañamiento al relato y van diseminando, sobre los diferentes capítulos, todo un arsenal de ilustraciones alusivas a los oficios, lugares y situaciones del enclave en las que se ve envuelto el paisaje y paisanaje de las épocas citadas. Testigos, testimonios y testamentos emergen del papel con muchos años de diferencia en la ejecución diseñada tratando, en momentos muy puntuales, de dar destellos a la crónica, silueteada y caricaturizada por los cuatro creadores, adjunta a fotografías, reportajes y heráldica genealógica suspendida en la fachada de las casonas montañesas levantadas en la ubicación.

Crónica Del Norte Cántabro se valió de estudios, publicaciones e investigaciones impresas por las cuales se conoce el origen identitario de este litoral costero de Miengo - Menico: Mar Quieta - reflejando las diferentes teorías del origen de la denominación y, por afinidad semántica del topónimo de Miondo, añadiendo una más proveniente de una isla emergente en plena desembocadura de la Ría de San Martín de la Arena: Isla de Miondo, reflejada en la carta de navegación del cauce con las coordenadas siguientes, Latitud 43º40´85´´y Longitud 4º02´14´´.

11 de Julio de 2.022